viernes, 12 de junio de 2009

El amor que no cabía en una pecera

Érase una vez dos lindos peces que se amaban lo que no estaba escrito. Su amor era peculiar, era simple y complicado a la vez, no era un amor común pero era un amor enorme.

Un día, ella empezó a palidecer, a perder los colores en sus aletas, a nadar cual hoja caída del árbol que vuela sin recorrido alguno. Él la observaba, desde un rincón de la pecera, y pensaba que su amor se estaba deshaciendo. Ella también lo miraba con ojos tristes, propios de su enfermedad sin retorno. Así fueron pasando los días.

Ella estaba cada vez más débil, ni siquiera se sostenía firme en el agua, sino que cada vez nadaba más ladeada, él no podía llorar porque era una pez, pero sí movía la boca como pidiendo auxilio a alguien que pudiera oir su triste voz.

Ella murió. Y él, sin pensárselo, dejó de respirar y se murió con ella.

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