miércoles, 24 de junio de 2009

En búsqueda del sueño extraviado

-Vas picoteando, sacando la nariz, aquí y allá, experimentando nuevos olores, nuevas sensaciones, nuevos conocimientos, saciando todas tus curiosidades. ¿De dónde te vienen tantas que saciar?
-Pues ciertamente supongo que ya nací así. Intuyo que ya en el vientre de mi madre quería saber acerca de todo lo que me envolvía, de ese líquido asqueroso, de cómo me llegaba la comida del ombligo a la sangre, de la salida aquella que veía, en aquel lugar donde había luz artificial.
-Aha. La verdad es que el día que saliste de su vientre, recuerdo ser el segundo que te tuve en brazos y a pesar de tus ojos cerrados movías la cabeza y las manos como queriendo tocar o conocer todo lo que te envolvía.
-Así soy. Y no dejaré de ser de esta manera hasta que me muera. Incluso sé y percibo que después de muerta, volveré a este plano para averiguar en qué manera se quedó todo lo que dejé y cómo sigue la vida sin mí.
-¿No ves límites en nada?
-No conozco esa palabra, ¿límite? nunca había oído ciertamente este vocablo, no pertenece a mi vocabulario. Yo sólo sé hablar de aventuras, de libertad y de autocomplacencia.
-¿No serás hedonista?
-Soy un cuerpo de mujer, enganchada a una mente que siempre tiene hambre.

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