jueves, 16 de abril de 2009

Enciende la mecha

¡Qué buena noticia es conocer que tu estado de salud es correcto y que todo va bien en tus carnes! La sensación es un alarido del tipo ¡por qué yo lo valgo! y una pequeña y tonta sonrisa se marca permanente en tu cara desde que lo sabes.
En cambio, la percepción de un "tendremos que hacerle una prueba médica" es todo lo contrario. De repente, tu color de rostro empieza a amarillear y a envejecer, tus dedos flaquean y tus piernas se debilitan.
De golpe te sientes cual mierda minúscula, o cual humana en transformación a la más pequeña de las cucharachas asquerosa y débil. La sensación es decadente, ya no te amas, te desprecias, ves como toda tu vida está pasando ante tus ojos: las noches de borrachera y de vómitos desgarradores, los días de sumo estrés y gritos exagerados, los momentos de depresión que tanto te gustaban...todo ello pasa a ser tu peor pesadilla, te sientes culpable, y encima acecha la enfermedad sobre tu cabeza, la muerte está cerca de ti...se aproxima con su haza a hacerte ¡zas! para ya nunca jamás existir.
¿Será este un pensamiento de hipocondría?

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