En el placer de pedir está la virtud de no dar; en el placer de buscar está la virtud de encontrar.
Érase una vez una huerfanita que disfrutaba cogiendo almendras de un jardín abandonado. Érase una vez una almendra que suspiraba por una flor. Érase una vez una flor que se enamoró del viento. Érase una vez un lejano viento de Oriente que odiaba las mareas. Érase una vez todo aquello que pudo y no pudo ser.
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