martes, 25 de mayo de 2010

La belleza

Soy hermosa, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra,
y mi pecho, donde nadie se libra de estrellarse,
está hecho para inspirar al poeta un amor
eterno y mudo igual que la materia.

Yo domino en el cielo como esfinge enigmática,
réuno en mí un corazón de nieve y la blancura de los cisnes;
odio la agitación que quiebra las líneas
y nunca lloro y nunca río.

Los poetas, ante mis poses solemnes,
que parecen copiadas de los más altivos monumentos,
consumirán sus días en austeros estudios;

pues, para fascinar a estos amantes dóciles,
tengo puros espejos gracias a los que todo es más hermoso:
¡mis ojos, mis grandes ojos de fulgores eternos!

Charles Baudelaire, "Las flores del mal".

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