lunes, 21 de diciembre de 2009

Llorando infancia


Esta mañana leyendo un libro y sin darme cuenta hurgando en mis emociones, he visto una imagen linda y dolorosa.
La imagen era mi cara en primer plano con mis ojos llorándome a mí misma en todas las edades.
Rozando la boca estaba yo de bebé, desnuda, rosa, sin pelo, en posición fetal.
Más arriba a la altura de la nariz, yo de niña, traviesa, con flequillo, vivaracha, melancólica y triste.
Recién salida de mis ojos estaba yo en mi pubertad, loca, apasionada, incomprendida, brusca, volátil, agresiva, repelente y tenaz. Mi pubertad era la última lágrima y era la que aún emanaba hoy y le costaba salir.
Esa adolescente de la cual me cuesta desprenderme aún a día de hoy.
Quiero seguir siendo la caprichosa que era pero ya no puede ser...
Quiero seguir estando sola en el mundo...pero ya no puede ser...
Quiero seguir siendo la número uno, que todo le resbala...pero ya no puede ser...
Eso ya sólo es una lágrima y las lágrimas son como las hojas marchitas de los árboles, caen porque ya no resisten y tienen que dejar nacer las nuevas hojas que florecerán y se adaptarán a la nueva primavera.
Empieza mi nueva primavera.

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